sábado, 11 de abril de 2015

La primera vez que lo vi llorar

pintura: Nielly Francoise


La primera vez que lo vi llorar no supe qué hacer. Desde pequeños se nos inculca siempre una manera de actuar, roles de género le llaman los psicólogos, esa manera en la que una se da cuenta de que es niña, de que le toca jugar con muñecas, vestir de rosa y actuar con decoro —dicen— y los niños juegan a los carritos, a la pelota, visten azul y sobre todo se rigen por aquella frasecita que dice “los hombres no lloran”  y aquellos chamaquitos que se atreven a hacerlo son llamados “maricones”… ¡Bonita chingadera!
Entonces una crece disfrutando de ese maravilloso goce que es llorar. Sí, porque es todo un gusto dejar fluir las tensiones de una manera tan pasiva —o tan escandalosa, depende el caso y la damita— como el llanto. Porque si aquí vamos a hablar de verdades que vengan completas ¿no? Así es, a las mujeres nos gusta llorar… Claro que unas se hacen las fuertes —a veces porque no les queda de otra en esta sociedad que parece jungla— y deciden no llorar en público, pero todas sueltan una que otra de cocodrilo a solas. Para esto habría que analizar las clases de llanto, está por ejemplo el llanto de una mujer que no ha logrado lo que quiere —el más común en mujeres jóvenes— que tiene un modus operandum bastante obvio aplicando aquél antiguo e inobjetable principio de “dentro de más llore y con más fuerza, más pronto lo tendré” y aquí viene otra vez la educación de los hombres, a ellos se les enseña en muchas ocasiones que no deben ceder ante éste vil chantaje por parte de las señoritas, pero también es común el “para que no esté chingando” así que tarde o temprano, los caballeros acaban cediendo. No digo que todos, claro.
Después viene un llanto de tristeza, amargo y aunque los motivos pueden ser millones, siempre son generados por un sentimiento muy hondo, que dura mucho en sanar y en la mayoría de los casos —sin ahondar en peculiaridades— sucede que los barones sienten una inexplicable ternura por aquella mujer que tiene la dicha de abrir sus heridas y permitirse expresar sus sentimientos. Existen muchos tipos más de llantos, pero no estamos hablando de una investigación en un artículo científico… más bien estamos escribiendo un simple ensayo, mi simple opinión, mi simple experiencia.
A los hombres se les enseña siempre que deben proteger a sus mujeres, que no deben tocarlas ni con el pétalo de una rosa, etc. Pero en estos tiempos, en que las chicas somos totalmente libres de usar pantalones, hablar como trailero y competir en un mundo laboral, es obvio que los caballeros también quieran cambiar un poquito el rol y claro, más que obvio es justo también.
Las mujeres nos la pasamos diciendo que sufrimos más que ellos, ¿a poco no? Que si parir a los hijos, que si las hormonas, que si el SPM, que si los cólicos, que si la chingada… No, señoras, sólo es que ellos “no tienen permitido llorar”.
Pero claro, si las mujeres podemos mentar madres y tirar patadas, ellos pueden mostrar sus sentimientos  y llorar. En ningún momento escribo para censurar a ningún caballero, no. Sólo escribo mi verdad, que aunque parezca reiterativo, es importante dejar en claro que es sólo mi opinión. Y… con toda esta carga social, emocional y generacional de roles
creo que fue “normal” que no supiera qué carajos pensar —ya no se diga hacer— la primera vez que le vi llorar.
No puedo escribir un manual sobre lo que se debe hacer en ese momento, no, pero sí puedo relatar lo que en mí provocó eso. Él —debo comenzar por aquí— es el amor de mi vida, es el hombre que me brindó su vida entera, su protección, su trabajo, sus sueños, sus esperanzas… hasta aquí todo iba bien ¿no? Pero faltaba lo más fuerte, me entregó también su pasado, sus heridas, sus errores, sus culpas, su vida.
Una noche que parecía como cualquiera se tornó en una de las más memorables de mi vida, como cuándo lo conocí, como cuando dormimos juntos por primera vez, fue la noche en que consolidamos nuestro amor. Una noche en que nos desnudamos el alma, así fue la primera vez que lo vi llorar y me partió el corazón. Dicen que las mujeres tenemos un don especial para proteger al desvalido, para calmar el llanto de un afligido y quizá sea cierto, porque no hay nada que no hubiera dado en ese momento para sanar las heridas de ese hombre que no merece nada más que ser feliz. En ese momento me llené de rabia, deseando desgarrar las vidas de aquellas personas que le causaron tanto daño… me llené de tristeza al conocer las culpas, los miedos y la soledad que guardaba ese corazón… me llené de compasión al conocer su desventuras, sus carencias, sus sueños rotos… en ese momento creo que deje de ser mujer… en ese momento valieron madre los roles de género, las diferencias entre hombres y mujeres… en ese momento —tan significativo en mi vida— fue cuando trascendí un poco el absurdo papel de las personas en la sociedad y descubrí lo maravilloso que es sentirse vivo, sentirse humano.
La primera vez que lo vi llorar no supe que hacer… lloré yo también, sentí su dolor, su coraje, sus culpas, sus miedos y me juré a mí misma dedicar mi vida a cuidar y sanar esas heridas, con paciencia y amor.

La primera vez que lo vi llorar, decidí llorar con él y tomar su mano para juntos poder trascender. 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Una noche de noviembre

Pintura: Diego Dayer

El arrepentimiento sobra en este lugar
pues sobra decir que lo hecho, hecho está.
Impúdica culpa me asecha
mientras que una niña, en soledad llora.

Preguntas no formuladas tuvieron respuesta,
corazones sanos estallaron en mil fragmentos
y en el denso silencio de la noche
es cuando oscuros se unen nuestros lamentos.

Con el viento llegó el fingido reproche;
los labios se abrieron, las palabras volaron
y una noche de noviembre cayeron sus lágrimas
rodando a quemarropa por sus mejillas de durazno.

Cyrano no ha muerto después de todo.
Poseyó mi lengua y mi voz,
ingenuamente ayudó para que un asno
tuviera el goce de enamorar a una doncella.

Y ahora burlón el destino aparece
celebridad esperada, iluminada por la luna
y ahora, apenada mi pluma enmudece
esperando ocasión de hablarle a ella, a ella.

martes, 28 de enero de 2014

Puto amor...


Estoy cansada de escribirle al amor.
Amor sumiso, amor callado, puto amor.
Estoy cansada de hablar de él para dar rienda suelta a los instintos,
amor utópico, amor falsario, puto amor.
Si lo que se busca es pasión,
dejemos al amor de lado...

Hoy en día ya no es necesario,
sigamos pues con lo pactado.
Estoy ya cansada, de rendir siempre tributo
a ese pinche sentimiento estimado de más,
es por eso que hoy ante él discuto
y con justo argumento, ya luego entenderás.
Si mi libertad sexual me cuesta ser llamada puta
y que me lo digan en mi cara o como un simple rumor,
yo mejor ni me preocupo, ni cambio en nada mi ruta
porqué después de todo, puto también es el amor...

Pintura: Sergio López.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Palabras iracundas de un corazón impotente


Volver a sentir aquello me destrozó, me confundió, 
por tan sólo un par de minutos volví a sentir todo.
volví a ser aquella niña que la inocencia perdió; 
me he dado cuenta de que nada está superado.

Tantos años de intentar dejar aquello atrás, 
que se quede en el pasado de una buena vez,
que no me vuelva a lastimar nunca jamás 
y no volver a sentirme una pieza de ajedrez.

Yo no sé que hice para que me pasara eso, 
no sé porqué la vida decidió ensañarse conmigo.
No sé porqué llevo ese estigma en cada hueso, 
ni tampoco sé si acaso es algún castigo.

De ser una simple niña con sueños e ilusiones
pasé a tener el alma de una amarga mujer, 
pasé a estar llena todas estas decepciones 
que simplemente no puedo dejar en el ayer.

Tantos años al parecer han sido en vano, 
al parecer sigo siendo aquella niña, 
sujeta a los caprichos, al deseo casquivano
de cualquiera como un ave de rapiña.

Me duele en lo profundo del alma 
saber que sigo susceptible a esas cosas, 
que sigue encendida esa llama
y seguiré viviendo escenas asquerosas.

Asco, miedo y repulsión
son los sentimientos que me aquejan, 
que hacen que duela mi corazón
y que ni de día ni de noche me dejan.

Quisiera volver el tiempo atrás
y evitar todo el daño que me han hecho
que nada de eso hubiera pasado jamás
y así arrancarme éste cruel despecho.

Ninguna persona merece tener esta impotencia, 
ni merece que lastimen su cuerpo y su mente,
así como tampoco merece ninguna indulgencia
aquella persona que actúa tan cruelmente. 

Hoy me ésta pasando a mi, 
¿Después a cuantas más les va a pasar? 
Merece lo peor aquél infeliz
que a una niña o a una mujer no sabe respetar.

Hoy mis versos están llenos de coraje
y de tantos años de represión, 
hoy por fin quiero vencer aquél chantaje
que me tiene en una fría prisión.

El silencio ha sido mi cárcel por años, 
pero basta ya de callar todo el dolor.
Basta ya de ceder ante los engaños 
del más cruel y ruin depredador.

Basta ya de tener tanto miedo, 
quiero arrancar éste problema de raíz.
Porqué solamente así puedo 
volver a ser como aquella niña, volver a ser feliz.

martes, 27 de agosto de 2013

Lluvia de adiós



Los días lluviosos me recuerdan a ti, 
pues fue en un día como hoy que te vi partir.
Recuerdo todas tus promesas de volver 
y me recuerdo a mi tratando de mis lagrimas contener.

Fue un día como hoy que te fuiste lejos 
y quizá para nunca más regresar...
Después de todo esto nos haremos viejos
y nada lo podrá ya cambiar. 

Ahora entre suspiros me pregunto 
¿Qué es lo que nos faltó? 
Si nos queríamos tanto, 
¿Por qué el amor por la borda saltó? 

Son respuestas que quizá nunca tendré
y la verdad creo que es lo mejor para los dos.
Después de todo el amor que yo engendré
se va muriendo al estar tan alejados.

Creo que son mis últimos versos 
para un amor que nunca pudo ser, 
para el recuerdo de aquellos besos 
que tarde o temprano me harán enloquecer.

Ojalá que tengas una buena vida, 
dónde quiera que hoy te encuentres.
Para mi esta rutina se vuelve aburrida
y por eso todo cambiará cuando cuente a tres.

Uno.- Te amé más que a nada en éste mundo, 
pero por lo visto sólo fue de mi parte
y sé que quizá hoy te suene absurdo 
pero confío en que podré olvidarte.

Dos.- Ya basta de un amor colapsado
simplemente si no quiero sufrir más
debo comenzar por dejarte en mi pasado
y no volver a mirar hacía él jamás.

Tres.- Quisiera despedirme de ti, 
de una vez y por todas decirte adiós
esperando que el destino no te traiga a mi
y tenga una buena suerte para los dos.

sábado, 24 de agosto de 2013

Palabras necias para un solemne adiós



Aprovecho éste momento para escribir,
no sé cuánto tiempo me quede aquí.
Sólo sé que cuando llegue la hora de partir
quiero que quede un buen recuerdo de mi.

Cuando se acuerden de mi persona, 
háganlo como la persona que fui.
Recuérdenme de tal forma
que al hacerlo lo vuelvan a vivir.

Un adiós no es suficiente,
un hasta luego es demasiado poco
quizá todo ésto es resultante
de la nostalgia que hoy evoco.

Quisiera escribir tan sólo un día más,
eso es todo lo que pido.
Si tan sólo no pudiera volver atrás
me llevo un buen recuerdo de lo que he sido.

Adiós mis solemnes amistades, 
quiero que sepan que no los olvido.
Si ustedes recuerdan mis verdades
será cómo si jamás me hubiese ido.

jueves, 22 de agosto de 2013

Sensaciones irrefutables de una loca enamorada

Te miro en la ausencia de tu esencia y tu presencia.
Te siento en el camino que vino a mi como el destino.
Te espero en el recuerdo y concuerdo en que me pierdo.
Te escucho al caminar, al abominar este desamor sin terminar.
Te toco en mi mente, desesperada e impaciente.
Te anhelo en mi soledad, sin ninguna maldad, con gran ansiedad.
Te susurro en mi silencio y nunca renuncio a este amor, lo anuncio.
Te deseo en carne viva, con ésta atractiva sensación adictiva.
Te sueño al dormir, aunque he de admitir que esto me va a consumir.
Te busco en la nada, acorralada, te busco desesperada.
Te encuentro en todos lados, en los vientos helados, en los besos abaratados.
Te quiero con un cariño sincero, te quiero hasta sentir que muero.
Te amo sin gobierno, te amo en lo eterno; te amo en primavera y te amo en invierno.

Me dueles honda y desesperadamente,
me duele que no estés y me duele no verte.
Me dueles en la mañana, me dueles en la noche,
me duele no escuchar ni siquiera tus reproches.
Me dueles al sentir que estás lejos,
me duele mirar hasta tus libros viejos.
Me dueles porqué sé que estás con alguien
y me duele que tu piel otras manos acaricien.
Me dueles porqué no consigo dejar ni un minuto de extrañarte,
pero lo que más me duele es que no me amas y yo no dejo de amarte.